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Por Isabela

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Mensaje  Isa Lun Abr 21, 2008 11:36 pm

Por Isabela

Juan y Rafael eran amigos desde siempre. Los papás de los dos eran mejores amigos, y desde siempre que ellos dos lo eran también.
La misma escuela, el mismo equipo de futbol, el mismo club de karate, el mismo grupo de amigos. Los dos hacían todo juntos desde que habían nacido.
Había una chica en la escuela, se llamaba Isabela, y a Juan le gustaba desde los trece años, peor nunca se había animado a hablarle. Isabela tenía el pelo negro y largo, y ojos negros también, tez blanca y suave, y era flaquita e insignificante. Era fea.
-¿Qué le ves a esa mina? -repetía Rafael riendo.
-No sé, ¿no la ves? Es preciosa.
-Es un mounstro. Tiene la nariz ganchuda, y nisiquiera se viste bien.
Un jueves, el más lluvioso de todos, había sido imposible cruzar Buenos Aires para llegar a la escuela para todos. Muy poca gente había ido ese día. Rafael estaba ahí, dos chicos más que nunca le habían caído bien, y también Isabela, la chica que le gustaba a su amigo.
La preceptora anunció que eran muy pocos para tener clases, pero que no podía dejarlos salir con aquella tormenta, por lo que tendrían que quedarce en el aula hasta que todo pasara. Los dos chicos esos se pusieron a charlar, Isabela sacó un libro, y Rafael se puso a mirarla.
"Si esa mounstrocidad puede llamarce chica," pensó Rafael "yo soy un ñomo". No tenía idea de lo que Juan le veía a aquella pigmea, que además de fea, nunca había hablado con Juan como para que él la creyera "muy inteligente" o "muy buena". Así que definitivamente no había argumentos para que a su amigo le gustara esa flaca.
Pero al fin y al cabo seguía siendo su amigo, por lo que decidió que tal vez hablando un poco con ella lograba algo.
Se sentó en un banco junto a ella y la saludó. Ella lo saludó también. "Nisiquiera parece simpática" pensó él.
-¿Qué leés? -le preguntó para comentar algo.
Ella se sonrojó.
-Un libro de medicina de Antonia Jersebrey.
Rafael no pudo creerlo. Él era total fanático de la medicina. Su papá era médico y él lo asistía todos los miércoles después de la escuela. ¡Y Antonia Jersebrey era su autora preferida! Entonces cayó en la cuenta de que ya había leído ese manual. Jamás en la vida le había coemntado a nadie su pasión por la medicina, solo a Juan a veces. Lo llamarían nerd, y era demaciado popular como para echarlo a perder.
-¡Ya leí ese libro! -le dijo entusiasmado -¿Te gusta la medicina?
-Me encanta, ya tengo una beca para estudiarla en U.M.E..
-¡Noo! Yo tengo un puesto en la Universidad de Chile para el año que viene.
Interesadísimos, los dos se pusieron a charlar sueltamente. Rafael era súper feliz: ¡había encontrado a alguien que amaba la medicina tanto o más que él! Isabela sabía mucho del tema, había leído más libros que él, pero no conocía a ningún médico, por lo que no tenía mucha experiencia. Esto inmediatamente hizo que Rafael, sin darce ni cuenta de lo que hacía, la invitara a ver algunas cosas en el hospital en el que trabajaba su papá.
Más tarde, en su casa, se arrepintió: esa chica definitivamente era para su amigo, además de que él no tenía interés en ella ya que era demaciado fea, y ni que fuera la mejor médica del mundo podría olvidarce de eso. Había hecho mal en invitarla a salir... aunque fuera simplemente para una ver una operación en un hospital. ¿Y si ella pensaba que él quería que salieran? Si así era tendría que dejar las cosas claras desde el principio. Pero lo mejor sería no decirle a Juan.
Al día siguiente estaba sentado junto con su amigo en su banco, como todos los recreos. Charlaban, y Juan le pasaba a Rafael la tarea que este no había hecho.
Entonces Isabela entró al salón y se acercó a su banco. Los dos amigos sintieron que se les helaba la sangre, pero por motivos distintos.
-Rafael, quería saber si sigue en pié lo de hoy.
Juan miró a Rafael más sorprendido que enojado.
-Sí, claro. ¿A la salida?
-Sí.
Isabela salió, y Juan miró a Rafael en busca de una explicación.
-Ayer estuvo acá y -Rafael titubeó -me dijo que le gustaba la medicina que sabés que me mata, y la invité a ver el hospital de mi viejo, no más.
-¿No dijiste que era una rata?
-¡Ay, Juan! Encontrar gente a la que le guste tanto esto es un milagro para mí. Ni te fijes: la mina es horrible, y no la miraría ni aunque fuera la última sobre la tierra. Solo me interesa para charlar de medicina. -entonces se le ocurrió una idea -¿Por qué no venís vos?
Juan aceptó gustoso, y dijo que la idea era buena, y que tal vez hasta terminaba enganchando con Isabela gracias a él.
Los tres partieron del colegio y se fueron al Hospital de Palermo. Ahí el papá de Rafael les permitió sentarce frente a un vidrio para que vieran como realisaban una operación.
Isabela y Rafael estaban fasinados, pero Juan casi vomitaba. "Que todo sea por estar con ella" pensó, y la miró ¡Era tan linda! Por más que su amigo inssitiera en que era fea, para él era la más linda de todas. Cuando sonreía, se le hacían dos ollitos en las mejillas preciosos.
Durante toda la vicita en el hospital, Juan se sintió increíblemente colgado. No pertenecía ahí, y no entendía nada de lo que su amigo hablaba con Isabela. Él sabía que el frío era malo para la salud y ahsta ahí llegaban sus conocnimientos de medicina. Odió que a Isabela no podrían interesarle otras cosas: ¿por qué no el tenis? A él le encantaba.
-Fue genial cuando casi le causa una hemorragia. -comentaba Isabela.
-¡Me ilucioné! Por un momento creí que iban a tener que inyectar un cohágulo. -sonrió Rafael.
-¡Yo también lo creí!
Juan los miró a los dos.
-Yo casi vomito cuando se corrió la cortina. -bromeó.
Los dos lo miraron serios, como si hubiera dicho la mayor tontería.
-Fue interesante pasar por el área de Pediatría, creo que es lo que más me gusta. -retomó Isabela.
La conversación entre ella y su amigo continuó entusiasmada, hasta que llegaron a la casa de Isabela. Ahí la dejaron y los dos se encaminaron a sus respectivas casas.
-Estuve re-colgado. No entendía nada de lo que decían. -comentó Juan.
Rafael se sintió un poco culpable: por un momento casi se había olvidado de la presencia de su amigo. Sonrió.
-Perdón. -dijo -Pero ahora ya más o menos te conoce, podrías invitarla a jugar tenis mañana.
Juan se entusiasmó con esa idea, pero Rafael no creía que su amigo pudiera tener éxito con la invitación. Una chica intelectual como Isabela no hacía deportes.
Al día siguiente Juan procedió con su invitación e invitó a Isabela al club al que él iba a jugar un partido de tenis.
Rafael observaba la escena bastante atento: ¿qué diría la ratita?
-¡Me encanta el tenis! -sonrió Isabela -Que divertida idea. ¿El sábado?
Juan le levantó el pulgar a su amigo en señal de éxito, pero Rafael se quedó con la boca abierta: ¡¿había dicho que sí?! No supo por qué, pero se sintió algo molesto. Esto lo asustó demaciado. Al fin y ak cabo era su amigo quien deía salir con Isabela, y no él. ¿Por qué le molestaba? Él sabía perfectamente que ella era de su amigo, a él no le correspondía. Además... no le gustaba Isabela. Era fea, fea, fea.
Esa noche encontró a Isabela conectada en el chat. Tenía su mail practicamente desde que eran compañeros de escuela, pero nunca le había hablado, ni aunque la hubiese visto conectada.
Le habló.
Hola!!
Esperó impaciente: ¿contestaría?
Hola, Rafael. Como estas???
¡Sí! Ahí estaba. Comensó a escribir rápidamente, pero se frenó antes de mandar el mensaje. Le asustaba mucho la dedicación que le estaba poniendo a esa chica. ¿Le gustaba o no? ¡No, y no, y no! Mejor sería no responderle. Estaba a punto de cerrar la ventana de chat, cuando vió que ella ponía:
Hay un video en youtube que puede encantarte. Es una lofgomoción filmada y es real!!! Mirala: http://es.youtube.com/watch?v=rzecRz9_LSw
Sonrió, practicamente cautivado. Respondió:
Inmediatamente lo veo.
Pasó hablando con ella el resto de la noche y ninguno de los dos durmió.
Al día siguiente, habló con ella en la entrada hasta que Juan llegó y los vío juntos. Sabía que a su amigo no podía gustarle Isabela, pero todo el tiempo que estaban pasando juntos lo estaba poniendo nervioso. ¿Sería solo la medicina? ¿O habría algo más...?

Ese sábado, Rafael recorrió toda su casa de izquierda a derecha sin parar. Sabía que Isabela estaba en el lcub junto con su amigo y no podía dejar de pensar en lo que estaría pasando. ¿Y si Juan le pedía que fuera su novia? Esa pregunta no le gustó nada. Se había dado cuenta de que sentía algo por la horrorosa novia de Frankestein y quería averiguar que era.
Se puso la ropa de tenis y se dirigió al club.
Buscó a su amigo y a Isabela por todas las canchas, hasta que finalmente los vio. Isabela se estaba sentando en un banco, cansada, y su amigo le insistñia para que volviese a jugar. Juntó aire y entró a al cancha.
-¡Hola! -les gritó -¿Cómo están?
Juan se quedó petrificado al verlo. ¡¿Qué estaba haciendo Rafael ahí?!
Isabela corrió a saludarlom y entonces Rafael dijo que tenía ganas de jugar. Ella le dijo que Juan quería seguir jugando, pero que ella estaba cansadam así que le dijo que jugara con él.
Mala idea.
Rafael se paró al otro lado de la cancha sin siquiera saludar a su amigo y el juego empezó. Ninguno de los dos había pegado con más fuerza a una pelota en su vida. Cada uno de un lado, e Isabela en el medio mirando como iba y venía la pelota.
El juego terminó en un empate. Estaban a punto de salir de la cancha, cuando Juan agarró del brazo a su amigo y se lo llevó lejos para que Isabela no los viera.
-¿Se puede saber qué hacés acá? -le preguntó enojado.
-Estaba aburrido. -contestó Rafael.
-¡Uy, no mientas, pibe! ¿me vas a decir que no te gusta Isabela?
Rafael se mordió los labios.
-¡No digas estupideces! -dijo simplemente, y se dispuso a irse, pero Juan volvió a agarrarlo.
-¡Decime la verdad!
Rafael ya no podía seguir mintiendo.
-¡Está bien! ¡La verdad no sé que me pasa con ella, pero sí, creo que me gusta! ¡Es una mierda, ya sé, pero es la verdad! -suspiró -Disculpame, Juan.
Juan se mordió el puño, pero inemdiatamente pasó a lo siguiente: golpeó a Rafael en la cara.
Este, sorprendido, devolvió el golpe, y así comensó la pelea. Muchos se agruparon al rededor de ellos y comensaron a gritar y a grabar la pelea con sus celulares. Isabela llegó corriendo, atraída por el alboroto.
-¡¿Por qué se pelean?! -casi gritó.
Entre la gente que lso rodeaba, comensó a correr el rumor de que esos chicos se peleaban por aquella petisa horrible que trataba de separarlos, y nadie entendió nada: ¿dos amigos peleándoce por aquella fea? ¡Qué raro!
Cuando Isabela logró separarlos, los dos se enfrentaron con malas miradas.
-Isabela, -dijo Juan -Te quiero... me gustás. Quiero salir con vos.
-A mí también me gustás. -se apresuró a decir Rafael -Y evidentemente aquel a quien consideraba mi amigo no es quien yo creía, y no merece que dejemos de estar juntos por él.
Isabela se quedó boquiabierta mirándolos a los dos.
-Chicos... gracias. -dijo simplemente -Me dejan... sorprendidísima... más que eso... Pero... es que... a mí no me gusta ninguno de los dos... y no quiero salir con ustedes.
Todos los que observaban la escena contuvieron las carcajadas, pero la mayoría no pudo conetenrec y salió corriendo lejos para poder desahogarce.
Isabela los miró fijo un rato y después dió media vuelta y se fue. Entonces Juan y Rafael se miraron... y no pudieron hacer menos que estallar en carcajadas al igual que los demás.
Juan y Rafael eran amigos desde siempre y para siempre.




Este cuento lo publicó mi mamá en uno de sus libros, pero lo escribí yo Very Happy

Isa

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