DEVENIR - un pasaje de vida
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DEVENIR - un pasaje de vida
DEVENIR
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Por Alejandra Correas Vázquez
Eran tres. Uno traía una flauta, el siguiente un pincel, el último un trozo de greda.
Fueron alejándose por el mundo. La vorágine cayó sobre ellos y los hombres se mezclaron en sus guerras.
¡Vibró un clarín!
La tierra tembló con las bombas. Los tanques rasgaron el suelo y el cielo tiñóse de navíos.
Bajo la corteza de la tierra un mundo vivía en silencio. Los feudos ocultos de Agarti recibían por períodos a los náufragos del “mundanal ruido” … Y allí … Entre aquellos seres de misterio, en el Palacio Subterráneo, volvieron a encontrarse,
El trovador había perdido su flauta. El pintor su pincel. El menor aún conservaba la greda. De las siete puertas que emergían al mundo una se abrió para ellos.
Los hombres y sus combates ya no estaban. Tampoco el rocío. Las ciudades eran un vértigo negro de un sueño despoblado.
Repartieron la greda.
Se acercó un mensajero del Reino Oculto y como último saludo de despedida extendió dos palabras. Dos símbolos, sobre el último objeto que ellos conservaban.
La greda cambió de color.
Fue roja, verde, azul y negra ¡Puñado de tierra fértil! Una alegría invadió sus pechos y arrojándola por los caminos bajaron las pendientes diseminando la nueva vida.
El trovador cantó sin flauta. El pintor iluminó sin colores. Y el pequeño se quedó a jugar con un trozo de lodo, con el que construyó la primera morada diminuta para un caracol que encontrara abandonado.
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Por Alejandra Correas Vázquez
Eran tres. Uno traía una flauta, el siguiente un pincel, el último un trozo de greda.
Fueron alejándose por el mundo. La vorágine cayó sobre ellos y los hombres se mezclaron en sus guerras.
¡Vibró un clarín!
La tierra tembló con las bombas. Los tanques rasgaron el suelo y el cielo tiñóse de navíos.
Bajo la corteza de la tierra un mundo vivía en silencio. Los feudos ocultos de Agarti recibían por períodos a los náufragos del “mundanal ruido” … Y allí … Entre aquellos seres de misterio, en el Palacio Subterráneo, volvieron a encontrarse,
El trovador había perdido su flauta. El pintor su pincel. El menor aún conservaba la greda. De las siete puertas que emergían al mundo una se abrió para ellos.
Los hombres y sus combates ya no estaban. Tampoco el rocío. Las ciudades eran un vértigo negro de un sueño despoblado.
Repartieron la greda.
Se acercó un mensajero del Reino Oculto y como último saludo de despedida extendió dos palabras. Dos símbolos, sobre el último objeto que ellos conservaban.
La greda cambió de color.
Fue roja, verde, azul y negra ¡Puñado de tierra fértil! Una alegría invadió sus pechos y arrojándola por los caminos bajaron las pendientes diseminando la nueva vida.
El trovador cantó sin flauta. El pintor iluminó sin colores. Y el pequeño se quedó a jugar con un trozo de lodo, con el que construyó la primera morada diminuta para un caracol que encontrara abandonado.
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Alejandra Correas Vázquez- Cantidad de envíos : 112
Fecha de inscripción : 17/10/2009
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