Cuento corto - El reto
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Cuento corto - El reto
Burbank es un reparto de Hollywood y Los Ángeles. A Hollywood lo liga el glamour de los estudios de cine y a LA el calor agobiante y la cuestión cuál de las dos ciudades lo ganaría, si hubiera un premio para la ciudad más fea de América. Entre las fábricas de Lockheed y el aeropuerto hay una oficina de los correos.
Fue un día caluroso a principios de abril. Una tarde aburrida, pensó el empleado de ventanilla. Estaba sentado detrás del vidrio, la mandíbula apoyada en la mano izquierda, mientras la mano derecha jugó con un bolígrafo. Anteojos polarizados escondieron sus ojos. Su camisa a mangas cortas fue de un blanco impecable y lució recién planchada. Los antebrazos bronceados nervudos terminaron en manos delgadas con uñas bien manicuradas.
Gregor March dio una vuelta completa en su silla, se alzó y sacó un café de la máquina expendedora de café. Era un hombre a los mediados de los cuarenta. Su cabello ya escaseó un poco y una nariz prominente se ubicó debajo de espesas cejas, un conjunto que no armonizó bien con la boca de labios delgados. Su mandíbula fue angulosa y sobresalió agresivamente como en la imagen de un boxeador en posición de ataque. Con un ademán aburrido se sentó otra vez. Pero de repente el bolígrafo en su mano derecha dejó de describir círculos y quedó inmóvil. Un Dodge Pickup se había parado delante de la oficina de correos, un joven saltó del coche, retiró un paquete de la superficie de carga y se acercó a la entrada de la oficina de correos. Abrió con un golpe la puerta y sus ojos escrutadores dieron un vistazo al local. Finalmente pareció haber encontrado lo que buscaba. En una mesa hubo varios formularios, con pasos lentos, como si quería tomar las medidas al local, se adelantó a la mesa, recogió uno de los formularios y comenzó a completarlo. En su torso nudo bronceado brillaron algunas gotas de sudor. Mientras completaba el formulario, volvió la espalda a Gregor March. Llevó un par de jeans descolorados que quedaron pegados a su cuerpo como una segunda piel y resaltaron los contornos de sus muslos. Pareció haber completado el formulario y se volvió a Gregor March. En una mano guardó indecisivo el formulario completo, sus ojos se encontraron con los ojos de Gregor March quien dibujó una sonrisa. El joven abrazó el paquete y se acercó al hombre detrás de la ventanilla. Gregor March lo observó. Tuvo la cara sin acabar de un estudiante. Llevó su cabello como James Dean, su boca estaba ligeramente fruncida como si estuviera enojado con alguien por haber sido regañado, sus ojos marrones buscaron los ojos del hombre detrás de los vidrios de la ventanilla. Gregor March miró primero su cara, luego su torso nudo y su mirada se detuvo en el ombligo por debajo de que comenzaron los jeans, cuya cremallera estaba medio abierta. Quedó parado directamente delante de Gregor March, colocó el paquete en el mostrador y le deslizó una sonrisa. El hombre detrás de los vidrios de la ventanilla se aclaró la garganta. Sintió como su pulso se aceleró. El hombre delante de él metió una mano en el bolsillo izquierdo de sus jeans y le pasó algunos billetes. Robert March le devolvió su vuelto, el otro cogió el recibo y salió. El hombre detrás de la ventanilla lo siguió con su mirada, su pulso todavía anduvo demasiado rápido, y como siempre en esos momentos, se sintió culpable. Se esforzó en pensar en algo distinto y sacó de un cajón el folleto sobre un viaje a Italia. La próxima semana empezarían sus vacaciones. Visitaría parientes en Florencia y haría una excursión a Roma; para un católico la visita de los lugares santos era un deber de buen cristiano.
Fue un día caluroso a principios de abril. Una tarde aburrida, pensó el empleado de ventanilla. Estaba sentado detrás del vidrio, la mandíbula apoyada en la mano izquierda, mientras la mano derecha jugó con un bolígrafo. Anteojos polarizados escondieron sus ojos. Su camisa a mangas cortas fue de un blanco impecable y lució recién planchada. Los antebrazos bronceados nervudos terminaron en manos delgadas con uñas bien manicuradas.
Gregor March dio una vuelta completa en su silla, se alzó y sacó un café de la máquina expendedora de café. Era un hombre a los mediados de los cuarenta. Su cabello ya escaseó un poco y una nariz prominente se ubicó debajo de espesas cejas, un conjunto que no armonizó bien con la boca de labios delgados. Su mandíbula fue angulosa y sobresalió agresivamente como en la imagen de un boxeador en posición de ataque. Con un ademán aburrido se sentó otra vez. Pero de repente el bolígrafo en su mano derecha dejó de describir círculos y quedó inmóvil. Un Dodge Pickup se había parado delante de la oficina de correos, un joven saltó del coche, retiró un paquete de la superficie de carga y se acercó a la entrada de la oficina de correos. Abrió con un golpe la puerta y sus ojos escrutadores dieron un vistazo al local. Finalmente pareció haber encontrado lo que buscaba. En una mesa hubo varios formularios, con pasos lentos, como si quería tomar las medidas al local, se adelantó a la mesa, recogió uno de los formularios y comenzó a completarlo. En su torso nudo bronceado brillaron algunas gotas de sudor. Mientras completaba el formulario, volvió la espalda a Gregor March. Llevó un par de jeans descolorados que quedaron pegados a su cuerpo como una segunda piel y resaltaron los contornos de sus muslos. Pareció haber completado el formulario y se volvió a Gregor March. En una mano guardó indecisivo el formulario completo, sus ojos se encontraron con los ojos de Gregor March quien dibujó una sonrisa. El joven abrazó el paquete y se acercó al hombre detrás de la ventanilla. Gregor March lo observó. Tuvo la cara sin acabar de un estudiante. Llevó su cabello como James Dean, su boca estaba ligeramente fruncida como si estuviera enojado con alguien por haber sido regañado, sus ojos marrones buscaron los ojos del hombre detrás de los vidrios de la ventanilla. Gregor March miró primero su cara, luego su torso nudo y su mirada se detuvo en el ombligo por debajo de que comenzaron los jeans, cuya cremallera estaba medio abierta. Quedó parado directamente delante de Gregor March, colocó el paquete en el mostrador y le deslizó una sonrisa. El hombre detrás de los vidrios de la ventanilla se aclaró la garganta. Sintió como su pulso se aceleró. El hombre delante de él metió una mano en el bolsillo izquierdo de sus jeans y le pasó algunos billetes. Robert March le devolvió su vuelto, el otro cogió el recibo y salió. El hombre detrás de la ventanilla lo siguió con su mirada, su pulso todavía anduvo demasiado rápido, y como siempre en esos momentos, se sintió culpable. Se esforzó en pensar en algo distinto y sacó de un cajón el folleto sobre un viaje a Italia. La próxima semana empezarían sus vacaciones. Visitaría parientes en Florencia y haría una excursión a Roma; para un católico la visita de los lugares santos era un deber de buen cristiano.
Peter Schoenau- Cantidad de envíos : 5
Fecha de inscripción : 02/06/2008
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