SAGA DE LA FAMILIA CORREAS DE LARREA (PARTE 1)
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SAGA DE LA FAMILIA CORREAS DE LARREA (PARTE 1)
SAGA DE LA FAMILIA CORREAS DE LARREA
-------PRIMERA PARTE-------
por Alejandra Correas Vázquez
Tala Huasi – Sierras de Córdoba 2014
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DEDICATORIA
A don José Orencio Correas Narvaja, mi abuelo, quien nos legó las tradiciones familiares que me llevaron a investigar en el Archivo Histórico y en las Actas Capitulares de Córdoba
Alejandra Correas Vázquez
AGRADECIMIENTOS
a la escribana Zulema Correas
al licenciado Jorge Grossi
al doctor Oscar Correas
al doctor José Alvarez López
AVANT–PROPOS
Tal cual sucede en las piezas teatrales de la Grecia Clásica, o en el actual Cine-Arte, los hechos biográficos son relatados aquí para una mejor comprensión, con un preámbulo donde el final abre el comienzo a partir del cual se desglosa la trama, hasta el origen que la conformó. Permitiendo el pensamiento libre del espectador que busca su propia participación.
Siguiendo esta diagramación clásica, es bueno aclarar que en el presente trabajo no he seguido una composición cronológica (estilo plutarquiana) sino temática, dentro de la escuela iniciada por el historiador latino Suetonio a quien le rindo mi mayor admiración. Es ésta por otra parte, la escuela moderna francesa cuyo exponente más leído es Jacques Pirenne, otro de mis maestros. Este trabajo por tanto, ha sido concebido con el final como comienzo y el comienzo como final, dando a ese espacio-tiempo la dinámica que permite el diálogo del lector con su contenido.
A. C. V.
PROEMIO
0………………..0
Este trabajo tuvo su origen en mis largos diálogos con la escribana Zulema Correas, mi tía, que comenzaron en lo relativo a la historia que aquí expongo, en un bellísimo viaje a Bariloche y sus lagos circundantes. Ese viaje al sur argentino —que ambas emprendimos rodeadas por una belleza panorámica sin par–– fue determinante en mi persona. Viaje al que ella me invitó y donde comenzamos ambas a conocernos mejor, sin las limitaciones que ofrece la familia. Mujer de mundo, de gran cultura, viajera, congresista, estudiosa, tuvo ella una honda repercusión sobre mí a través del tiempo.
El contenido aquí expuesto lo fuimos elaborando lentamente en sucesivas tertulias comunes. Zulema fue aportándome sus recuerdos y relatos familiares, como estampas vivas de los hechos eslabonados, anécdotas sucedidas en el interior doméstico, pinturas de época registradas por los herederos, retratos de los personajes involucrados y el análisis psicológico de los mismos. Ella me incitaba siempre a escribir, ya que tenía un especial interés en que yo desarrollara mis condiciones literarias. Los apuntes precedieron como acontece, normalmente, a la primera versión manuscrita. Dicha versión –en cuanto al engranaje del argumento la comencé en otro viaje distinto pero esta vez hacia norte argentino.
Fue contemplando las bellezas de Catamarca y acompañada de mi esposo, José Alvarez López, dentro de ese especial climax norteño que guarda encerrado el espíritu colonial (como un hado del destino que no se ha extinguido) donde diagramé la primera parte de este trabajo, como si se hubiera establecido dentro mío una conexión con los siglos anteriores : XVII, XVIII y XIX.
A Zulema llegaron las carillas escritas en una máquina manual Olivetti, que siempre conservo conmigo. Luego, al faltarme ella, como quien pierde su hada protectora, ni trabajo se detuvo. Algún tiempo después tuve otro contacto con el pasado colonial viajando nuevamente con mi compañero de largos años, a la deslumbrante ciudad de Potosí. Y allí, extasiada, en pleno Alto Perú –—donde el tiempo parece haberse congelado dentro de una postal— mi contacto anímico con el pasado, como un espejo retrospectivo, penetró mi interior nuevamente. Cual un cuadro vivo e intocable. Ese espíritu intacto de los potosinos hízome terminar este trabajo que elaboré finalmente en una computadora, con una minucioso trabajo de síntesis, y es el que aquí presento a los lectores.
Alejandra CV
EVOCACIÓN
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A Pepe (esposo y compañero)
Ahora que ya no estamos juntos... volveremos a vernos recién dentro de otros quinientos años, pocos para la eternidad ¿Recuerdas? Nosotros decíamos habernos conocido mucho antes, en la Granada del Al Andalus cuando yo era una rubia cautiva visigoda y tú un elegante príncipe Abencerraje. Recorrimos todo el Albaicín sintiendo que allí nos vimos la primera vez, para 1467, pues ahora nos conocimos en 1967.
Ahora que ya no estamos juntos... he terminado este trabajo comenzado a tu lado. He concluido esta reconstrucción de época con el pensamiento cordobés del siglo XIX, incorporando aquella anécdota que tanto te gustaba oírme relatar. Esa historia familiar sobre el visitante misterioso que llegó hasta Córdoba una noche de tormenta, entre refucilos y desbordes de agua junto al viejo Calicanto, esperando pasar inadvertido. Me la hacías repetir numerosas veces. Incluso la comentabas en tus tertulias y se convirtió en parte de tu repertorio. Deseo haber logrado hacer una pintura valiosa de ella, y que los cordobeses también la aprecien.
Te amaré siempre … Alejandra
J U R A M E N T O
(1809)
(Actas Capitulares Libro Cuadragésimo Quinto)
En la Ciudad de Córdova en veinte y dos días de Septiembre de mil ochocientos nuebe años : Los Sres. de este Muy Ilustre Cabildo Justicia y Regimiento : se juntaron en esta Sala Capitular a tratar ácerca de la entrega del real estandarte, al señor Regidor Alférez Real Dn. Josef Orencio Correas : á saber los señores Dn. Dalmacio de Allende, Regidor Propietario y Alcalde Ordinario de Primer Voto en depocito de vara; y Dn. Pablo Ignacio Xigena Santisteban de Segundo : Dn. Antonio de Arredondo Regidor y Alcalde Mayor Provincial : Dn. Francisco Inocente Gache, Regidor Propietario Fiel-Executor : Dn. Josep Orencio Correas Regidor Alférez Real : Dn. Bernardo Vazquez Maceda Regidor Defensor de Menores : y Dn. José Manuel Solar Regidor Llano.
Y hallándose presente el dicho señor Alférez Real, el expresado señor Regidor Fiel-Executor tomó en sus manos la del referido señor Alférez Real; quien estando en esta forma, dixo : que hacía juramento pleito omenage, una, dos, y tres veces, y las demás que según fuero de España debe hacerlo, de tener en guarda el real estandarte en paz, y en guerra obrando solo en servicio de S. M. El tiempo que estubiere a su cargo; y de morir sobre él : enarbolándolo, y saliendo con él a campaña siempre y quando fuere necesario; especialmente en la vispera y dia del Santo Patron San Gerónimo según se acostumbra : que cumplirá en todo lo demás que á Ley de Caballero le corresponde, sin retardar ni poner impedimento : de guardar y cumplir las condicciones y gravámenes estatuidas á el que saca el real estandarte sin alterar ni innobar cosa alguna aunque tenga justo motibo para ello; y de incurrir en las demas penas establecidas a los que faltan al pleito omenge. En cuya conformidad el citado señor Regidor le puso en posesión del real estandarte : y en su conseqüencia mandaron los Señores se le acompañe hasta su casa, y firmaron ante mí, de que doy fee –
Dalmacio Allende (Rúbrica) – Pablo Ignacio Xigena Santisteban (Rúbrica) – Antonio Arredondo (Rúbrica) – Francisco Inocente Gache (Rúbrica) – Josef Orencio Correas (Rúbrica) – Bernardo Vazquez Maceda (Rúbrica) – Jose Manuel Solar (Rúbrica) Ante mí. Bartolomé Matos de Azevedo (Rúbrica) Esscribano de S. M. Ppublico de Cabildo é Hipotecas.
TRÍPTICO
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Primera Parte :
La Ultima Caravana
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Segunda Parte :
Huéspedes de Honor
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Tercera Parte :
El Vino del Rey
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1 . La Última Caravana (Primera Parte)
Index
I. La Casa de Caroya
II. Jesús María
III. La Compañía de Jesús
IV. La Aventura Sudamericana
IV. Olvido
VI. Viaje sin Retorno
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I ---La Casa de Caroya
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EL CACIQUE CAROYAPA
Un niño pequeño y solitario corretea por las arcadas de la señorial Casa de Caroya. La sombra del cacique Caroyapa se proyecta sobre las paredes y él cree jugar con ella, admira su lujoso atuendo de colores donde el rojo predomina, e intenta tomarlo de la mano. Reconoce que es el dueño verdadero del lugar, pero el antiguo cacique retrocede en fuga dejándolo solo. Numerosas voces lo acompañan, juveniles algunas, severas otras; y otras de lenguas incomprensibles para él, incluso diversas, americanas y europeas que el niñito no sabe aún interpretar. Sus figuras fugitivas corretean por las paredes, asombrándolo y cautivándolo dentro de su niñez solitaria, rodeado siempre de personas mayores. Las paredes le hablan y transmítenle ideas, sugerencias, con sus voces dispersas ora alegres, ora trágicas. Esas almas vagantes e inexistentes, son su única compañía real.
No hay otro niño de su edad en aquel lugar —que fuera antaño un recinto escolar universitario— es el año de 1845 y como no tiene con quién jugar, su papá le trae un compañerito llamado Luciano. Es algo mayor que él y posee agradable sonrisa, el cual jugará entusiasta con este niño solo, desde ese momento y para siempre. Aún no sabe que en realidad es su hermano. Pero observa que su mamá, bella y jovencita, de la edad de sus hermanos mayores (los hijos del anterior matrimonio de su padre) ...esta niña apenas incipiente que ahora es el ama de Caroya, comienza a tratar al recién llegado con ternura y de a poco, el niño nuevo la llamará “mamá” como él.
Un niño ante la soledad, admite compartirlo todo. Incluso a su madre. Como comparte todos sus juguetes con él ––muy abundantes para este infante rico y solitario– y Luciano que hasta ese momento era un desconocido, comienza a sentirse de a poco como el “pequeño hermano mayor” y a responsabilizarse de él.
Así de pronto, ya no juega más solo este pequeño infante rico Santiago, hasta entonces acompañado únicamente por voces de fantasmas amigas... sino con una voz auténtica : la de otro niño. La de su hermano Luciano, incorporado finalmente a la familia. Aunque en los documentos declara el padre que él ha tenido un solo hijo de su adolescente esposa –Justina Narvaja Marín– ella, empero, criará a este niño que siempre la llamará como si fuese su mamá.
Nunca se supo con exactitud quién fuera la madre real de Luciano, pero se sobrentendió entonces, que pertenecía a una familia educada y de buen linaje que quiso siempre mantener su apellido en reserva. Ella había sido desposada con un caballero citadino de cierta figuración, y aunque Luciano (que iba a destacarse por su capacidad social) al parecer, mantenía una relación muy fluida con ella, como un lazo que había perdurado, la incógnita nunca fue develada.
Tenía al llegar cuando fue reconocido por su padre (nació en la viudez de éste) muy buenos modales. Luciano leía y escribía, siendo evidente en él una buena formación, lo que le valió el arraigo junto a la joven Justina, la cual habría de encariñarse con él. Era comunicativo, así como Santiaguito era muy reservado, ya desde la infancia y seguiría siéndolo siempre, hacia adelante. Luciano dejó una descenden¬cia destacada en Córdoba con tendencia a la vida social, que posteriormente radicóse en la ciudad de Fraile Muerto. En la hijuela del testamento que dejará su padre a ambos niños, dótalos de partes iguales en los campos vecinos que les asigna, señalando la necesidad de mantener una participación societaria. Allí les llama (aún eran niños) Don Santiago y Don Luciano, forma especialmente castiza. Corre el siglo XIX.
El nuevo niño era mundano y muy distinto al pequeño solitario, cuyo carácter aislado (fuera propio o adquirido entre los vacíos corredores de la Casa de Caroya) mantúvose siempre.
La fascinación de aquellos antiguos claustros jesuíticos (ahora habitados por él y familia) dieron a Santiago una peculiar atmósfera para pasar su primera infancia. Caroya estaba llena de imágenes mágicas, quizás inexistentes, pero reales en su entorno. O en la fantasía de un niño aislado. Muchas veces creía ver a la imagen del Gran Cacique con toda su pompa nobiliaria, con su atuendo principesco. Caroyapa le interrogaba, inquieto y curioso, por su presencia en aquel lugar. Como ante un invasor a quien el Curaca no había previsto en sus predios ...Pero era un niño... El gran cacique, antiguo aliado de las huestes de Loyola y que ayudóles junto a su tribu, a levantar los elegantes edificios, estaba intrigado con estos nuevos habitantes.
El niño no le temía y gustaba hablar con él. Describía su atuendo insólito a sus contertulios –padre, madre, hermanos mayores y esclavos– los cuales resolvieron debido a ello, buscarle una compañía real. Pero aún así, el pequeño estaba muy aficionado a sus fantasmas (quienes fueran su única compañía en el período de soledad) de este modo quiso presentárselos al hermanito recién venido, para compartirlos con él. Como ahora compartía a su mamá y a sus juguetes.
Luciano, el hombre de mundo, que ya iniciaba sus artes sociales al incorporarse a una nueva familia con éxito –y que era en realidad la de él– aceptaría el reto, los viera o no. Si estaba en juego la “société” era suficiente para darles bienvenida. Y Santiaguito quedó así encantado con el niño recién llegado.
Eran muy importantes los fantasmas de Caroya para este pequeño solitario. El gran Cacique Caroyapa, que fuera alma máter de la construcción de Jesús María, habíase convertido en parte de él mismo. Las voces extrañas articulaban diversos idiomas, y seguía escuchándolas por la soledad de los corredores. Estaba acostumbrado a sus fantasmas y veíalos con un libro en la mano, con su vestimenta de Jesuita, leyendo al sol o apoyados en las arcadas. Por momento esas voces volvíanse trágicas... Dolorosas. Angustiantes. Oíanse gritos y ruidos de cadenas. Imperiosas algunas. Voces de mando que invadían la paz de la gran Estancia. Las lágrimas del Cacique Caroyapa rodaban entonces con lágrimas de sangre. Toda la extensión espléndida de Jesús María quedaba dominada por el terror.
Los habitantes puebleros de la zona, los gauchos que ahora trabajaban para su padre, hablaban con el niño de esas voces ...¡Porque los Jesuitas para ellos aún estaban allí!... continuaban residiendo en aquel lugar. Todo manteníase intacto, como antes, para aquellos puebleros “guasos” (como entonces se les llamaba) gente simple de a caballo, fieles y dignos gauchos de antaño, estoicos y viriles que nunca podían olvidarlos.
Sus opresores –los soldados del rey Carlos III– habían venido a encadenarlos y deportarlos. Pero la fidelidad gauchesca manteníase incólume al atropello, a las vilezas que vieron cometer y que estos guasos nunca perdonarían.
Influyó mucho en la zona de Jesús María adonde San Martín vino a buscar caballos y soldados, vino y armas blancas para su empresa libertadora, la entereza criolla que no había podido perdonar aquel cruento suceso. Y que en lo interno de su corazón querían vengar a los Jesuitas expulsados, cincuenta años después. Hijos y nietos de aquellos gauchos que intentaron defenderlos (facón contra arcabuz, quedando la tierra de Caroya roja de sangre criolla) acompañaron al libertador San Martín para cruzar la Cordillera de los Andes. Y como buenos jinetes participaron de sus batallas. Eso sí, ahora armados con pólvora.
En todas las antiguas casas jesuíticas de Córdoba, se vieron y se escucharon fantasmas. Sea porque la población se negaba a desprenderse de ellos. Sea porque hubieran tenido un rápido final trágico (al salir prisioneros y encadenados con destino ignoto). Y aunque dos décadas después hubo informes sobre algunos de ellos desde Europa, de aquellos profesores que salieron de la Docta Córdoba –la ciudad donde crearon la universidad más austral del continente americano en 1622– esposados y atados entre sí cual rebaño, nunca faltaron las referencias mágicas.
O parapsicológicas. Era frecuente la insistencia sobre la aparición de los maestros Jesuitas como “ánimas en pena”, quienes retornaban de esa forma mistérica hacia Córdoba, la aislada ciudad que ellos amaron, hicieron crecer y cultivaron con paciencia. Una comunidad sudamericana que a su vez, tánto los habían amado.
II . Jesús María
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ARRAIGO Y DESARRAIGO
Don Santiago Correas Narvaja, nacido en la Estancia de Jesús María en la primera mitad del siglo XIX (década del 40), era el hijo menor de linaje cordobés dentro de esta vieja familia mendocina, radicada desde hacía medio siglo sobre los antiguos predios jesuíticos.
Solían decir los mendocinos en los albores del siglo decimonono, que ellos habían tenido tres nacionalidades, sin moverse de su sitio cuyano. Nacieron como chilenos (Mendoza era parte de Chile), luego vivieron como cordobeses (Mendoza fue incorporada a la Provincia de Córdoba del Tucumán) y finalmente morían como argentinos (Mendoza ya era ahora parte de una república independiente, Argentina). En una misma vida sin salir de Mendoza, fueron miembros de tres políticas distintas, tres nacionalidades y en cada una de éstas debieron reacomodarse. Todo ello en un plazo de cincuenta años apenas. Así el padre de Santiago repetía a menudo este cambio de identidad nacional que habíale impuesto el destino, preparándolo para ser testigo vital de toda una época.
La vida de Santiago en cambio, iba a ser moderada y más bien tranquila, como él necesitaba que fuera por su propio temperamento. Era hijo de una mujer muy joven y un hombre adulto, quien por las minucias del testamento indica que hizo de árbitro entre sus distintos hijos de sus dos matrimonios, con prolija igualdad. Puede leerse en la hijuela de su legado para sus dos benjamines (documento que se halla hoy en el Archivo Histórico cordobés) que distribuyó incluso entre Santiago y Luciano, hasta los corredores de agua para regar los campos que dejaba a cada uno de ellos, previendo el futuro.
Aquella jovencita cordobesa, Justina Narvaja Marín, perteneciente a una familia ganadera de la zona Río Segundo, había sido en origen la prometida de su hijo mayor. Pero al enviudar el padre, las decisiones cambiaron. Con esa fuerza imperiosa de los exóticos romances que surgen ciertas veces, entre las nueras núbiles enamoradas del suegro viril y maduro, cuya figura centraliza un poder social. Su marido era una figura importante dentro del ambiente donde ella había nacido, y de allí surgió aquel enlace que provocó críticas en su entorno.
Para gente recién llegada de Mendoza (una ciudad cordillerana que había pertenecido a Chile, ajena por siglos a Córdoba) como eran hacia fines del siglo XVIII los Correas de Larrea, emparentarse con las familias vernáculas era adquirir ciudadanía cordobesa, una sociedad que era muy cerrada por entonces. Y además de ello, los estancieros Narvaja Marín del departamento de Río Segundo figuraban entre las familias de la Universidad.
La niña recién desposada tuvo una devoción natural por este maduro marido, que tenía cargos importantes en el Cabildo cordobés. Pero el antiguo pretendiente disgustóse para siempre con ellos, creándoles disputas judiciales. Hijo de aquellos padres diferentes, Santiago creció entre la bienestar del patrimonio familiar, la timidez materna y el rigor con lo propio y lo ajeno –consigo mismo y con los demás– que caracterizó siempre a la figura de su padre.
Don Josep Orencio Correas de Larrea era un ciudadano probo que no regaló influencias ni para él ni para sus hijos. Habiendo llegado a consolidar su economía al hacer prosperar la Estancia de Jesús María, llegó por el mismo camino a detentar influencia política, pero no dio ningún paso para crear un nepotismo. Fue todo lo contrario. La nación fue el interés de su vida y colocó a sus hijos a su servicio llegado el momento. Cuando Brasil invadió las provincias cisplatinas argentinas, el capitán Rafael Correas, hijo suyo, combatió allí.
DEUDA Y DEUDORES
La personalidad reservada de Santiago iba a reflejar esa crianza, esa severidad, lo que se advierte por el interés que él también puso en preservar la herencia del padre, sin modificarla.
Cuando su abuelo Don Félix Correas adquiriera al Cabildo de Córdoba, los dominios de aquella gran estructura histórica creada por los jesuitas –la Estancia de Jesús María– allá en las postrimerías del siglo XVIII (búsquese en el Archivo Histórico cordobés) no tuvo este mendocino que trasladarse hasta la ciudad de Córdoba desde su ciudad andina, para firmar la escritura de compra. Su firma, la del escribano interviniente y el sello del Cabildo cordobés que figuran en el archivo provincial, están estampadas en Mendoza, la bella y elegante ciudad colonial de viñateros y bodegueros prósperos, desde siempre, desde su comienzo.
Fue una adquisición muy particular, pues no se la paga de inmediato, era de un valor inmenso y quizás en Sudamérica nadie contaba de golpe con aquel monto —y nunca los Correas de Larrea llegarán a cubrir totalmente su precio a pesar de su progreso como empresarios— lo cual es llamativo. Fueron amortizándolo año a año durante tres largas generaciones (sea dicho esto de paso, para los que creen que el sistema moderno bancario de préstamo hipotecario, es una invención de nuestros actuales siglos).
Esta inmensa adquisición convirtió a la familia Correas de Larrea en una familia endeudada por tres generaciones. Gozaron de prestigio social en Córdoba, de relaciones políticas importantes, de crédito financiero inclusive en el Cabildo (que más los endeudaba) ... Pero nunca llegaron de verdad a enriquecerse como para viajar a España. O vivir en Potosí o Chuquisaca —el anhelo de todos los Indianos del cono sur.
Estudiaron siempre en Córdoba, poseían la estancia más lucrativa … Pero la debían, como hipoteca.
Vivieron con gran decoro pero sin ostentación, con economía pragmática y vigilante paso a paso. Puede verse que en el testamento de Joseph Orencio a su segunda esposa, Justina, aclara con detalle que le ha obsequiado unos zarcillos, lo cual indica que no se llenaron de joyas ni poseían ningún tesoro. Su único tesoro fue su trabajo honesto para sacar a Jesús María de la ruina donde cayera luego de la lamentable expulsión jesuítica. Incluso el comprador —Don Félix— no envió allí a su hijo mayor sino a un segundón, Josep Orencio, lo que demuestra que no quería arriesgar a su mayorazgo, Juan de Dios, en una empresa insegura. Había que pagar año a año, moneda tras moneda al erario cordobés, la mayor parte de lo que se ganaba con el producto anual de Jesús María.
EL MARQUÉS DE SOBREMONTE
Su nuevo propietario –Don Félix– nunca viajaría para conocerla. Era un inversor. Tenía bienes prósperos en Mendoza con los cuales garantizaba esta compra. Fue el gobernador de Córdoba, el Marqués de Sobremonte, quien se interesó en él.
Era algo propio en este eximio gobernador y como actitud permanente, emprender un proyecto nuevo adonde llegara con su blanco carruaje recorriendo su marquesado (nadie sabe hoy que para la administración española Córdoba del Tucumán era en realidad un Marquesado, o sea tierra de frontera). Y buscaba él mismo a la gente que necesitaba para tener éxito en su gestión. Estudiábalos con minucia, con captación propia y los entrevistaba él personalmente a cada uno de ellos, a fin de no equivocarse. Los visitaba uno a uno en sus domicilios y por ende, llegaba a conocerlos por completo. Haciendo uso de esa agudeza psicológica que fue notable siempre en él, como propulsor y progresista.
Al ser incorporadas las ciudades cuyanas de Mendoza y San Juan a la nueva Provincia de “Córdoba del Tucumán” (o Marquesado recién organizado bajo el mando de Sobremonte) comenzaba una etapa nueva que se continúa hasta nuestros días. Córdoba ahora estaba separada del Gran Tucumán que perteneciera a Perú, mientras que Cuyo era a su vez desglosado de Chile. Fue entonces a proponerle el Gobernador a este viñatero y bodeguero Correas –de larga experiencia familiar muy activa en el rubro– continuar produciendo :
…¡El Vino del Rey! ...
El cual ya comenzaba a faltar en Jesús María desde la expulsión jesuítica. Era un reto. Había que tomarlo o dejarlo...Y el Marqués aguardaba el “Sí”.
La llegada de esta espléndida comitiva nobiliaria encabezada por un Marqués ataviado con moda versallesca aún desconocida, hasta esa solitaria región mendocina de la Cordillera de los Andes, cuyana, causó una sensación desconcertante entre los mendocinos. Gente aislada entre las nieves eternas, abocadas a una tarea paciente de generaciones (como son los viñedos), tuvieron que meditarlo. Eran chilenos hasta allí, hasta ese momento, con aduana propia, y no sabían aún qué porvenir les aguardaba ahora unidos a Córdoba. Su contacto con lo que hoy es Argentina y sus habitantes, en aquel tiempo era nulo.
Mendoza fue un frontera chilena (hoy al revés, es una frontera de Argentina con Chile). Había aduana para vender su vino mendocino (chileno entonces), a las que hoy constituyen sus provincias hermanas. Los hijos de Don Félix Correas al final de sus vidas dirán aún en sus documentos ológrafos, que son chilenos. No para dar vueltas las cartas en una situación limítrofe ya irreversible (Mendoza nunca más volvería a Chile), sino para definir un linaje. Una procedencia, un solar, lo que en herencias de Mayorazgos, es de mucho valor.
No fue arbitraria la decisión de San Martín al armar un ejército en Mendoza para la independencia de Chile, cruzando desde aquí la cordillera andina. Contaba con la adhesión natural de los mendocinos de aquel tiempo, que tenían lazos fraternos muy arraigados todavía, con sus troncos familiares asentados del otro lado de la cordillera. Les costaría mucho a todos ellos romper aquellos lazos emocionales de dos siglos. Y ahora nunca dejarían a la Argentina, pues los mendocinos de hoy se identifican con ella, porque han pasado otros doscientos años más.
Mendoza contaba para los intereses del Gobernador Sobremonte, a fin de dar éxito a su gestión, con bodegueros de tradición española. La ciencia del vino no se improvisa. Es hereditaria. Requiere conocimiento. Y el Marqués de Sobremonte necesitaba de viejos bodegueros y viñateros cuyanos que habían vivido un poco a la sombra de los chilenos, y trabajado para ellos (de modo que usó este argumento para despertar su interés de independencia comercial) para continuar produciendo a buen nivel, la excelente marca de Jesús María.
CEPAS MENDOCINAS
Hoy Jesús María ya no produce más el Vino del Rey que servíase en las cortes europeas, desde que se fueron de allí los bodegueros Correas de Larrea. Pero sí continúa vigente en Mendoza como marca internacional, con el nombre de Navarro Correas. El Vino del Rey de Jesús María se hacía con uvas mendocinas, su secreto eran las Cepas Mendocinas (secreto que hoy tienen los vinos españoles).pero maduradas en Jesús María, aún en tiempos jesuíticos..
Y esto lo sabía el Marqués. La tierra cordobesa no produce uvas de calidad, pero sí tiene un excelente clima para la bodega. Un clima de privilegio. Hoy día Mendoza envía “mosto” en aviones a España (Yo he sido testigo de ello en Barajas) que luego estacionadas, maduradas y envasadas, llevan marcas de la Comunidad europea.
LOS CUYANOS EN CÓRDOBA
Aquel era el momento justo en que Mendoza fuera separada del “Reyno de Chile” (es muy curioso pero con tal nombre figura en las Actas Capitulares de Córdoba, por tradición lo dejamos así). Mientras que Córdoba a su vez fue desglosada del Gran Tucumán el cual fuera una provincia inmensa situada en el centro y norte argentino actual, territorio del Cacicado Tucman precolombino y preincaico. Pero más al sur de la Salina Grande donde hallábase Córdoba, era en realidad el “Tucumanao”, el Icógnito Regno de los mapas europeos. En él se interesaron los jesuitas que buscaban siempre espacios vírgenes para sembrar y hacer germinar nuevas ideas,
Córdoba había pertenecido al Virreinato del Perú cuando fue fundada la “Universitas Cordubensis Tucumanae”, en su época dorada de los Jesuitas. Cuando se creó Jesús María con el apoyo del Cacique Caroyapa y todo su pueblo.
Nueve años después de la expulsión de las huestes de Loyola (hecho acaecido en 1767) cuando todos los emprendimientos nuevos se aceptaban, comienza a organizarse esta reciente y gran provincia llamada “Córdoba del Tucumán”. Tal era el nombre oficial que reunía a varias provincias argentinas de hoy (Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, y parte de otras tres). Toda propuesta nueva, todo proyecto nuevo, luego del gran dolor que ocasionó la expulsión de la dirigencia jesuítica, recibía buenos augurios. Se deseaba vivir de nuevo. Renacer. Sea para cerrar heridas. Sea para sobrevivir al menos en este alejadísimo cono sur del siglo XVIII. O sea para acompañar la obra progresista y restauradora ideada por Don Rafael Núñez, Marqués de Sobremonte.
Este primer gobernador cordobés nacido en Sevilla, asumiría el cargo en 1783, después de haber recorrido con minucia su futura gobernación o marquesado, con planes ya bien elaborados. Había encontrado un país desarticulado, devastado y amenazado de malones. Una Universidad en decadencia. Haciendas desmante¬ladas. Casas particulares vacías (pues familias de encomenderos completas habían partido) y sólo algunos esclavos hambreados quedaban en las viejas casonas. No se sembraba ni se ordeñaba la leche. Los animales erraban por los campos. Los cuatreros proliferaban. La expulsión jesuítica había sido la anulación de toda forma de orden. Y se necesitaba otro, de inmediato. Nuevo. Con premura. Un proyecto que contuviera el desastre y que lo hiciera retrotraerse, para marchar otra vez hacia adelante. Un dirigente con energía. Con talento. Lo tenía el Marqués.
Los cuyanos fueron una pieza clave y muy importante en su proyecto (San Rafael de Mendoza lleva su nombre por él). No habían sufrido con Carlos III tanto como los cordobeses, estaban más libres de daños. Eran también sudamericanos de la estirpe colonial antigua, pero podían ejercer una influencia positiva, como una inyección de sangre nueva en esta Córdoba lacerada.
UN NUEVO TIEMPO
Don Félix Correas de Larrea recibió en su casa solariega de Mendoza al Gobernador, al notario, a los representantes del Ayuntamiento de Córdoba y de la Junta de Temporalidades (que eran las instituciones que vendían a la estancia de Jesús María) y a los enviados del Cabildo. Una buena parte de figuras sociales de Córdoba visitaron la ciudad andina con este objetivo, interesándose en los viñedos, el mosto, los trapiches... Era un nuevo tiempo.
De esta manera la célebre y ponderada Estancia de Jesús Maria, junto con la mítica Casa del Cacique Caroyapa y la bodega completa con el Vino del Rey, tendrían a partir de aquí por espacio de un siglo y cuatro generaciones, dueños mendocinos de origen vasconavarro.
Sus ancestros eran procedentes de dos localidades vascongadas situadas en la provincia de Álava (Korres y Larres), adonde la castellanización ––que siempre se impone a las diferentes etnias españolas–– transformó Korres en Correas (según algunos lingüistas significa “habitante de Korres”) con el agregado de una “a” muy típica de la ley de adaptación. Y además la sustitución de la K por la C. Como vemos también al vasquísimo “Garci” (piedra), con una transformación en “García”. Como el Pirineo es un cordón de piedra, éste último responde a la idea de “solar”, por ello se encuentra desde el medioevo delante de muchos apellidos.
Corres, tal como hoy se escribe el áscaro, tendría que escribirse como Korres, pero ello demandaría una corrección de toda una larga tradición hispanocolonial, donde Correas es un apellido muy difundido en las tierras andinas que fueron virreinatos hispanos.
Pero en definitiva esta familia ya era por entonces sudamericana en varias generaciones. Sí, cuyanos de ley y tradición., con dos siglos de residencia … ¡Y Cuyo ya no pertenecía más al Reyno de Chile!
¡Cuyo! que abarca hoy a tres provincias argentinas : Mendoza, San Juan y San Luis. …Mendoza, ornada por las cumbres nevadas cordilleranas y erguida al pie del Aconcagua. “La tierra del buen sol y el buen vino, bellísima ciudad y provincia soleada por los rayos del Dios Inti y entroncada con su descendencia en la Pachamama, la fuerza de la tierra que provee el fuego interior a las vides. Inti, el famoso sol mendocino, que con sus armoniosos rayos de oro fermenta la uva y la transforma en vino.
(FIN PRIMERA PARTE)
Alejandra Correas Vázquez- Cantidad de envíos : 112
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